En mi casa estamos pensando en hacer una pequeña reforma cocina, aunque casi la única reforma que hay que hacer es cambiar el horno, que es lo que nos está provocando los problemas, ya que la puerta no cierra del todo bien y nos está chamuscando los muebles que hay al lado del horno. Pero tenemos un pequeño problema, mi tía pretende que instalemos el horno que ella quiere y a mi madre y a mí no nos hace ninguna gracia que nadie decida nada por nosotros lo que se instala en nuestra casa, mi tía que decida lo que pone en su casa y que nos deje tranquilos, por mucho que ella se dedique a vender electrodomésticos. Tenemos que poner un nuevo horno que tenga la capacidad suficiente para hacer todos los platos que a mi madre le gusta cocinar en su horno.

 

Por el momento, creo que esa va a ser la única mejora que le vamos a hacer a nuestra cocina, ya que hace ya algunos años mi madre hizo una reforma más o menos seria para que la cocina dejase de verse como la de la serie de cuéntame. Se veía ya demasiado envejecida y desfasada a su tiempo. Pero eso sí, los antiguos muebles de aluminio siguen estando en mi casa. Ya no están en la cocina, pero mi madre los ha aprovechado para almacenar cosas en el balcón de nuestra cocina. Siempre he admirado la forma de aprovechar las cosas que tiene mi madre y en ese aspecto nos parecemos bastante. Por mi parte unos mueble a los que todavía se les puede sacar partido no los tiro, los aprovecho hasta el último suspiro. Y eso debería de hacer todo el mundo pero por lo que parece, prefieren tirar las cosas viejas y comprar otras nuevas sin pensar en el aprecio que les tenías a las viejas. Esta forma de actuar no es la correcta, con eso lo único que se consigue es aumentar el consumismo, que es precisamente lo que buscan todas las empresas que venden algo, hay que aprovechar mejor las cosas.

Mi abuelo lleva yendo al mismo hospital desde que el mundo es mundo. A pesar de que, por proximidad le tocaría otro desde hace unos años, él sigue yendo al San Carlos, porque le gusta. A mí me parece una auténtica mazmorra, tanto en su construcción como por la mayoría de la gente que lo gestiona, seres siniestros que a veces confundo con brujas, trolls y demás fauna de ultratumba.

La última vez que fui con mi abuelo al hospital era para unas pruebas para relacionadas con el  cancer de cabeza de páncreas. Según me comentó mi abuelo, este cáncer es uno de los más mortíferos (creo que dijo que el menor tasa de supervivencia tiene). Y no porque sea el peor, sino por la dificultad que existe para su detección, a menudo confundiéndose con otras dolencias menos graves. Y cuando se confirma el cáncer ya es demasiado tarde para aplicar un tratamiento efectivo.

Pero, por suerte, se están ensayando algunos métodos de diagnóstico temprano para esta clase de cánceres. Uno de los ensayos se hacía en el San Carlos y mi abuelo se sometió al mismo, recomendado por su médico. Decidí acompañarlo porque siento una especie de atracción morbosa por la mazmorra. Y no me decepcionó la experiencia.

Lo primero es que en recepción nadie sabía nada de unas pruebas de cancer de cabeza de páncreas, pero es que ni en la zona de oncología estaban al tanto. Menos mal que mi abuelo tiene recursos y conoce a casi todos los seres de ultratumba del hospital y paró a una enfermera para preguntarle por el tema. Ella nos indicó donde había que ir.

Esperamos en una sala oscura y mal ventilada. Mi abuelo tiene la paciencia el Santo Job, y no lleva WhatsApp ni nada. Pero a los 20 minutos de estar allí yo ya no sabía dónde meterme… y él impertérrito. Me dijo que para la próxima me trajera un libro porque en ese hospital lo habitual es esperar… “pero son los mejores profesionales”. Para la siguiente prueba a la que le acompañe me llevo “Guerra y paz”.