En un mundo en el que las intolerancias alimenticias son cada vez más habituales a nuestro hijo le tenía que tocar alguna: a la lactosa. La alarma saltó cuando tomó por primera vez leche de fórmula y se puso bastante malo: lo vomitó todo y hubo que llevarle a urgencias. No sabíamos que le pasaba y fue un momento complicado en el que se valoraron otros trastornos pero cuando un par de semana volvimos a probar con la leche de fórmula y se reprodujo el mismo episodio lo vimos claro.

Como mi mujer todavía le daba el pecho, seguimos así. No era la situación ideal para ella porque trabajar y dar el pecho es un fastidio, pero no nos quedaba otra opción en aquella etapa: los bebés tienen que tomar leche. Y aunque  nosotros no somos ya bebés, también la tomamos, como miembros de honor del club central lechera asturiana desde hace años. Pero al niño todavía le quedaba un tiempo para tomar su primera leche de vaca.

Tras visitar al especialista nos recomendaron probar con leche hidrolizada, la cual tiene la proteína de la leche subdivida de forma que es más fácilmente tolerable. El problema, en este caso, no fue que le sentase mal, sino que no le gustaba. Ya nos habían advertido que la leche hidrolizada tiene un sabor muy diferente a la leche materna y también a la de fórmula normal, así que tampoco nos desesperamos… Bueno, mi mujer un poco sí, porque si no empezaba con alguna leche artificial, suponía para ella seguir dando el callo día y noche.

Tras probar varios tipos dimos con una un poco diferente, más densa, que pareció empezar a gustarle. Y un poco después, por fin, mi mujer descorchó la botella de champán. Tras casi un año pudo dejar de darle el pecho.  

Pero no se puede tomar siempre leche hidrolizada, así que ahora estamos en fase de probar con leche de vaca. Como miembros del club central lechera asturiana él lo tiene más fácil, pero todavía no le ha pillado el punto. A pesar de lo riquísima que está, para él es un sabor nuevo, así que tendremos que ser pacientes… como con todo lo demás.