La conocí en un curso y nos entendimos bien desde el principio. Aunque tiene bastantes más años que yo, eso no impidió que tuviésemos una opinión común sobre muchos temas además de unos intereses culturales bastante parejos. Cuando aquel curso terminó, mantuvimos el contacto a través de correo electrónico, pero apenas nos volvimos a ver.

Un tiempo más tarde me enteré. Fue a través de un email que envió a algunos amigos: padecía cáncer de colon. Cuando te enteras de la enfermedad de un familiar no muy cercano o de un amigo que ya no sueles ver, la reacción emocional es muy extraña, al menos la que yo tuve. Apenas conocía a nadie que hubiese tenido esa enfermedad y no sabía muy bien que debía decir. Así que durante un tiempo me mantuve al margen.

Fue a través de un amigo común que supe que quería que pasara a visitarla. Cuando fui a su casa, entré avergonzado por no haber querido saber mucho del asunto, pero rápidamente esa sensación terminó cuando ella tomó las riendas de la conversación. A los cinco minutos me sentí otra vez como en aquel curso, hablando con una amiga, no con una enferma. Al final de la visita hablamos directamente de la enfermedad y ella lo hizo sin tapujos. Me dijo que estaba planteándose participar en un ensayo cancer de colon. En ese momento, por primera vez, la noté que perdía un poco la compostura, y nos abrazamos. Era mi amiga, sí, pero era mi amiga enferma…

Desde aquel día nuestros encuentros han sido mucho más habituales. Para mí ha sido todo un aprendizaje. Sé que en primera instancia no actúe de forma muy correcta, pero sobre todo me ha servido para aceptar la enfermedad: mirar para otro lado no soluciona los problemas de este mundo.

Al final, decidió participar en el ensayo cancer de colon y la veo más esperanzada. Aunque todavía es pronto para sacar conclusiones, parece que la evolución es buena. En un principio, le habían alertado de que el tratamiento experimental podía tener sus riesgos pero, al menos de momento, va todo bien.

Como ya va siendo hora de que saque el dinero de debajo del colchón, he estado buscando entidades para domiciliar mi nómina y demás. No llevo mucho tiempo trabajando, pero lo suficiente para haber ahorrado un poco de dinero. En un principio, fueron trabajos temporales, algunos en los que ni siquiera tenía contrato, así que he ido ahorrando dinero en metálico. Pero ahora he conseguido un trabajo ‘normal’ con su nómina.

Mis padres tienen su dinero en el banco y yo, al principio, no estaba muy interesado en ese tema. De hecho, me ofrecieron abrirme una cuenta pero yo me negué: “si algún día quiero ir al banco, ya lo hago yo mismo”, dije. Bueno, pues ese día ha llegado.

Soy un gran usuario de internet así que no me ha sido nada difícil encontrar información… quizás demasiada. Muchas páginas informan sobre las mejores cuentas corrientes y sobre las diferencias entre unas y otras, pero yo he preferido buscar cuentas especiales. Y me he encontrado con cuenta evo dirigida principalmente a jóvenes. Me ha parecido muy interesante.

Ahora que tengo un poco más de dinero voy a poder dar rienda suelta a una de mis pasiones: viajar. Soy un viajero barato, poco dado a los lujos porque lo que no suelo gastar mucho ni en hoteles, ni en compras ni en caprichos. Me gusta viajar por el mero hecho de salir de mi entorno habitual. Busco experiencias y no satisfacciones materiales.

En este sentido una de las cosas que más me ha llamado la atención de la cuenta evo es que puedes sacar dinero de cualquier cajero dos veces al mes sin que la entidad me cobre nada. Y es que el principal reclamo de esta cuenta es el famoso 0 comisiones.

Yo nunca he tenido una cuenta, pero por lo que me han comentado, las comisiones es un aspecto a tener muy en cuenta. Los bancos más tradicionales suelen cobrar un porcentaje según el uso que le des a la cuenta y sus tarjetas asociadas, así que hay que estar atento, que no quiero perder dinero en tonterías.