Han sido meses duros y aunque nos cuentan que todavía puede venir lo peor para otoño, vamos a tratar de pasar el verano de la mejor manera posible y ya veremos lo que sucede después. Por el momento, el barrio vuelve a la vida y mi negocio también. Tengo una cafetería que también vende productos de alimentación gourmet en un barrio residencial. Fue el hecho de tener también tienda de alimentación lo que me permitió no cerrar el negocio con el confinamiento.
Fue una situación muy extraña para mi local. No hay otro negocio así en el barrio, que combine cafetería clásica con tienda. El local está dividido en dos espacios. Por un lado, la cafetería con un servicio clásico y, por otro, una barra para la tienda en la que vendemos productos frescos, artesanales, pan, queso, etc. De hecho, en un principio costó hacer entender al cliente de la zona el ‘concepto’ del proyecto, pero finalmente fuimos haciéndonos con una clientela fiel.
Al tener que cerrar la parte de la cafetería, tuve que hacer cambios. Debía ahorrar costes porque iba a tener menos ingresos. Dejé de pedir determinados productos a mis distribuidores, dejé de comprar congelados horeca, café y leche que era lo que más se vendía en época normal, cerveza, etc. Además, en la zona están haciendo muchos edificios y obras con lo que tenía mucha clientela de trabajadores y operarios que venían a desayunar al local. Al principio, las obras también pararon y aunque luego se recuperaron, se redujo el horario y la cantidad de personal de la mayoría de ellas. Con todo, yo seguía sin poder servir en mesa, aunque se me permitía dar bocadillos y café para llevar.
Ahora que ya estamos recuperando el ritmo, todavía el negocio se resiente. En el interior del local he tenido que quitar varias mesas para guardar la distancia de seguridad y, como no tengo posibilidad de terraza porque la calle es muy estrecha, voy a tener que pasar una temporada apostando más por la tienda. Aunque ya he recuperado el ritmo con los distribuidores y voy a volver a comprar congelados horeca y el resto de suministros, tendré que apretarme el cinturón y confiar en que no haya apocalipsis en otoño.