Mi pareja y yo hemos hecho propósito de enmienda para cambiar algunas de nuestras viejas aficiones. Yo me he comprometido a dejar de ver fútbol si ella abandona los programas del corazón. Lo hemos acordado porque gastar buena parte de nuestro tiempo libre en esas cosas nos alejaba ya que a mí no me gustan esa clase de programas y ella no soporta el fútbol. Al final, lo que sucedía era que cada uno pasaba muchas noches pegado a la tele sin hablar de nada.
La cuestión ahora es qué vamos a hacer para rellenar ese enorme hueco que deja la televisión. ¿Qué podemos hacer juntos en casa que nos guste a los dos? Y así es como se nos ocurrió que podíamos empezar a cocinar juntos, especialmente reposteria, otra de nuestras aficiones que en este caso sí compartimos pero que, por falta de tiempo, lo teníamos aparcado. Y ahora entendemos eso de que “no tener tiempo para nada” es una mentirijilla que siempre nos hacemos. Trabajando ocho horas al día y durmiendo otras 8, siempre quedará algo de tiempo libre, la cuestión es cómo usarlo adecuadamente.
Cocinar juntos nos ha parecido una gran idea para ocupar este tiempo en el que nos solíamos relajar delante de las pantallas… cada uno viendo su propia pantalla. Y es que tenemos bastante mano para la cocina, pero no lo hemos podido desarrollar demasiado. De vez en cuando preparábamos alguna tarta o alguna receta especial para celebrar una fiesta, pero poco más. Ahora que nos hemos comprometido a pasar tiempo juntos en la cocina, seguro que van saliendo muchas más recetas.
Y es que nos gusta mucho experimentar con la repostería. Además de las típicas recetas, de vez en cuando probamos a variar alguna introduciendo algún elemento original para ver qué sale. Desde luego que no todo lo que hacemos está para chuparse los dedos, pero alguna de nuestras invenciones bien pudiera hacerse famosa, por su originalidad y por la combinación de ingredientes que hemos ideado. Todo se andará: quién sabe si acabaremos en la tele después de haberla ‘abandonado’…