Las estaciones del año desencadenan efectos severos en la salud, fortaleza y densidad capilar, desconocidos para la mayor parte de la población. En primer lugar, el otoño es una estación de gran interés para cualquier dermatologo alopecia. ¿La razón? Según un estudio publicado en Dermatology Journal, la caída capilar se agrava durante el periodo otoñal debido a la necesidad del organismo de incrementar su densidad hacia el mes de julio como defensa ante la acción de los rayos ultravioleta. Una medida preventiva consiste en utilizar tratamientos anticaída a finales de agosto, para atenuar los efectos de este fenómeno.

 

Por el contrario, las fibras capilares experimentan un boom durante los meses de verano, especialmente en julio, cuando el organismo acelera el proceso de crecimiento natural. Sin embargo, son muchas las personas ‘empeñadas’ en contradecir a la Naturaleza que deciden acortar su cabello durante esta época del año. Aunque esta decisión pueda contribuir al bienestar a corto plazo, nos hace más vulnerables al impacto de la radiación solar en el cuero cabelludo y el resto de la piel.

 

La primavera no sólo la sangre altera: también los niveles de melatonina se disparan durante la estación cálida. Diversos estudios han vinculado esta hormona responsable de la salud y fortaleza del folículo piloso con el bienestar capilar general y, por consiguiente, una menor caída del cabello. Asimismo, una investigación de la Universidad de Harvard recomienda el consumo de suplementos ricos en aminoácidos para frenar los síntomas de la alopecia durante los meses de marzo, mayo y junio.

 

Debido a la humedad y las bajas temperaturas, el invierno es un periodo difícil para la salud del cabello, acelerando el proceso de resecación y otros problemas que deterioran su brillo, atractivo y densidad. La solución más reiterada es el uso de geles y tratamientos anticaída durante los meses más fríos del año.

Los mariscos gallegos tienen un sabor muy especial. Este gusto inconfundible es consecuencia de la calidad de las aguas que bañan las costas gallegas y también de su geografía particular. Los acantilados batidos por las olas que hay en ciertos puntos del norte son muy agradecidos para que crezcan en ellos los famosos percebes, tan peligrosos de coger pero tan reconocidos.

Mariscos de bajo precio pero de gran calidad, como los mejillones, son cultivados en grandes bateas que se pueden ver en las rías. Allí, gracias a los cuidados que se les dan y a la calidad del agua, crecen hasta alcanzar muy buen tamaño y un sabor que realmente se diferencia de cualquier otro.

La calidad del agua en Galicia es muy propensa para el marisco debido a que las corrientes hacen que durante el verano el agua de la costa vaya hacia el interior y sea sustituida por aguas frías del norte, muy ricas en nutrientes. Así que si alguna vez te has bañado en las playas gallegas y te ha parecido que el agua es muy fría, tienes razón. Pero ese frío es responsable de la calidad de sus productos del mar.

La preparación correcta del marisco también es muy importante, ya que tienen que prepararse con el agua en el punto justo de sal, no es necesario el agua de mar ya que no es higiénica. Además, el tiempo también es fundamental.

Y, por último, acompañar el marisco con un buen vino con d.o rias baixas bodegas es básico para que se potencie su sabor. Dicen que el marisco no debe de tomarse con agua porque no es digestivo. No vamos a entrar en si eso tiene o no algo de cierto, pero lo que es verdad es que el sabor no es el mismo. Cuando se acompaña el marisco con un albariño de calidad, todo sabe muchísimo mejor y la comida se convierte en un auténtico placer para los sentidos.

El aroma del vino, el gusto del mismo mezclado con el del marisco, la suavidad en la boca y hasta el tacto de una buena copa son fundamentales para disfrutar la experiencia. En cuanto a la vista, el marisco se come con los ojos, solo verlo en el plato se activa todo el sistema digestivo. Si además deleitas el oído con el sonido del mar de fondo, ya no podrá ser más perfecto.