Ahora que los turrones llegan a los supermercados a finales de octubre, la Navidad es más larga que nunca. Dura unos dos meses. Con dos meses, los familiares ya empiezan a turrar con las fechas en la que uno piensa hacer acto de presencia en casa. La tradición es la tradición y hay que juntarse el día de Nochebuena y demás aunque tengas un horrible dolor de muelas. Entonces, cuando llegan los últimos días de octubre yo ya estoy fantaseando con la cuesta de enero, esa que para mí es un camino de rosas, porque ya no hay fiesta, cava ni uvas y Papa Noel se ha ido a su santa casa.
Pero no siempre fue así. Recuerdo con cariño la Navidad cuando era niño, cuando todavía me fascinaban las luces, cuando esperaba los regalos con entusiasmo y cuando juntarse alrededor de una mesa en Nochebuena no era un trámite que había que cubrir. Pero lo mejor de la Navidad era (y es) la comida, ¿no?
Cuando siento escalofríos por tener que juntarme con la familia en Navidad suelo engañarme pensando que, al menos, habrá un rico menú. Mi madre siempre ha sido muy ducha para los postres, y yo muy goloso. Así que, en ese sentido, combinamos bien. Aunque cada Navidad que pasa siempre le digo que debe empezar a pedir a los hijos que sean ellos los que preparen la cena, que ella ya cumplió todos estos años, la señora se empeña en hacerlo todo ella.
Al menos ya no se mete con algunos platos complicados como el pasado. Se centra más bien en los postres y el resto o se encarga o ayudamos los hijos… como debe ser. Entre los postres no puede faltar una tarta que hace con nata montada, cereza y galleta, una especialidad de la casa que tiene su origen en una evolución de una receta que hacía la abuela.
Tampoco pueden faltar las casadielles, un postre típicamente asturiano que también hace con maestría. Y tal vez este año caiga también la tarta de chocolate y crema, otra receta que, aunque no es demasiado original, le sale tan deliciosa que merece la pena.
Así que entre la tarta de nata montada, las casadielles y la tarta de chocolate espero no tener que salir de canto por la puerta de casa.