Las estaciones del año desencadenan efectos severos en la salud, fortaleza y densidad capilar, desconocidos para la mayor parte de la población. En primer lugar, el otoño es una estación de gran interés para cualquier dermatologo alopecia. ¿La razón? Según un estudio publicado en Dermatology Journal, la caída capilar se agrava durante el periodo otoñal debido a la necesidad del organismo de incrementar su densidad hacia el mes de julio como defensa ante la acción de los rayos ultravioleta. Una medida preventiva consiste en utilizar tratamientos anticaída a finales de agosto, para atenuar los efectos de este fenómeno.
Por el contrario, las fibras capilares experimentan un boom durante los meses de verano, especialmente en julio, cuando el organismo acelera el proceso de crecimiento natural. Sin embargo, son muchas las personas ‘empeñadas’ en contradecir a la Naturaleza que deciden acortar su cabello durante esta época del año. Aunque esta decisión pueda contribuir al bienestar a corto plazo, nos hace más vulnerables al impacto de la radiación solar en el cuero cabelludo y el resto de la piel.
La primavera no sólo la sangre altera: también los niveles de melatonina se disparan durante la estación cálida. Diversos estudios han vinculado esta hormona responsable de la salud y fortaleza del folículo piloso con el bienestar capilar general y, por consiguiente, una menor caída del cabello. Asimismo, una investigación de la Universidad de Harvard recomienda el consumo de suplementos ricos en aminoácidos para frenar los síntomas de la alopecia durante los meses de marzo, mayo y junio.
Debido a la humedad y las bajas temperaturas, el invierno es un periodo difícil para la salud del cabello, acelerando el proceso de resecación y otros problemas que deterioran su brillo, atractivo y densidad. La solución más reiterada es el uso de geles y tratamientos anticaída durante los meses más fríos del año.